viernes, 24 de octubre de 2014

PERIODISMO: EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO-Yonovengoadecirundiscurso/GabrielGarciaMarquez

Periodismo;El mejor Oficio Del Mundo
Los Angeles, Estados Unidos, 7 de octubre de 1996

A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo, y la respuesta fue terminante: <<Los periodistas no son artistas>>. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario. Lo malo es que los estudiantes y muchos maestros no lo saben,  o no lo creen. Tal vez a eso se debe que sean tan imprecisas las razones que la mayoría de los estudiantes han dado para explicar su decisión de estudiar periodismo. Uno dijo:<<Tomé comunicaciones porque sentía que los medios ocultaban más que lo que mostraban>>. Otro:<<Porque es el mejor camino para la política>>. Sólo uno atribuyó su preferencia a que su pasión por informar superaba su interés por ser informado. 

Hace unos cincuenta años, cuando la prensa colombiana estaba a la vanguardia en América Latina,  no había escuelas de periodismo. El oficio se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Pues los periodistas andaban siempre juntos, hacían vida común, y eran tan fanáticos del oficio que no hablaban de nada distinto del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulantes y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de lo mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran. 

  Los únicos medios de información eran los periódicos y la radio. Ësta tardó en pisarle los talones a la prensa escrita, pero cuando lo hizo, fue con una personalidad propia, avasallante y un poco atolondrada, que en poco tiempo se apoderó de su audiencia. Se anunciaba ya la televisión  como un ingenio mágico que estaba a punto de llegar y no llegaba, y cuyo imperio de hoy era difícil de imaginar. Las llamadas de larga distancia, cuando se lograban, eran sólo a través de operadoras. Antes de que inventarn el teletipo y el télex, los únicos contactos con el resto del país y el exterior eran los correos y el telégrafo. Que, por cierto, llegaban siempre. 

   Un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo ente silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con los pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían  escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos, como don Luis Cano, de El Espectador, o columnistas muy leídos, como Enrique Santos Montejo (Calibán), en El Tiempo, tenían linotipistas personales para descifrarlas. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial, en un tiempo en que la política era el centro neurálgico del oficio y su mayor área de influencia. 

El Periodismo se aprende haciéndolo

El periodismo cabía entres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La entrevista no era un género muy usual, ni tenía vida propia. Se usaba más bien como materia prima para las crónicas y los reportajes. Tanto era así que en Colombia todavía se suele decir reportaje en vez de entrevista. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. Desde ahí había que subir por la escalera del buen servicio y los trabajos forzados de muchos años hasta el puente del mando. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. 

   El ingreso a la cofradía no tenía ninguna condición distinta del deseo de ser periodista, pero hasta los hijos de los dueños de los periódicos familiares - que eran la mayoría - tenían que probar sus aptitudes en la práctica. Un lema lo decía todo; el periodismo se aprende haciéndolo. A los periódicos llegaban estudiantes fracasados en otras materias o en busca de empleo para coronar la carrera, o profesionales de cualquier cosa que habían descubierto tarde su verdadera vocación. Se necesitaba tener el alma bien templada, porque los recién llegados pasaban por unos ritos de iniciación semejantes a los de la marina de guerra: burlas crueles, trampas para probar la malicia, reescritura obligada de un mismo texto en las agonías de la última hora : la creatividad gloriosa de la mamadera de gallo. Era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. La experiencia había demostrado que todo era fácil de aprender sobre la marcha para quien tuviera el sentido, la sensibilidad  y el aguante del periodista. La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era un vicio profesional. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fueron de sobra para poner muy en alto el mejor oficio del mundo, como ellos mismos lo llamaban. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de la República, no era ni siquiera bachiller. 

   Algo ha cambiado desde entonces. En Colombia andan sueltas una veintisiete mil credenciales de periodismo, pero la inmensa mayoría no las tienen periodistas en ejercicio, sino que sirven para como salvoconductos para lograr favores oficiales, o para no hacer colas, o para entrar gratis a los estadios y otros usos dominicales. Sin embargo, una gran mayoría de periodistas, y entre ellos algunos de los notables, no tienen ni quieren ni necesitan la credencial. Estas tarjetas se crearon por la misma época en que se fundaron las primeras facultades de Ciencias de la Comunicación, como reacción, precisamente, contra el hecho cumplido de que el periodismo carecía de respaldo académico. La mayoría de los profesionales no tenían ningún diploma, o lo tenían de cualquier oficio, menos del que ejercían. 

   Alumnos y maestros, periodistas, gerentes y administradores entrevistados para estas reflexiones dejan ver que el papel de la academia es descorazonador. <<Se nota apatía por el pensamiento teórico y la formulación conceptual>>, ha dicho un grupo de estudiantes que adelantan su tesis de grado. <<Parte de esta situación es la responsabilidad de los docentes, por la imposición del texto como obligatorio, la fragmentación de libros con el abuso de las fotocopias de capítulos, y ningún aporte propio.>> Y concluyeron, por fortuna, con más humor que amargura:<<Somos los profesionales de la fotocopia.>> Las mismas universidades reconocen deficiencias flagrantes en la formación académica, y sobre todo en humanidades. Los estudiantes llegan del bachillerato sin saber redactar, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Muchos salen como llegaron. <<Están presos en el facilismo y la irreflexión>>, ha dicho un maestro. <<Cuando se les propone revisar y replantear un artículo elaborado por ellos mismos, se resisten a volver sobre él.>> Se piensa que el único interés de los alumnos es el del oficio como fin en sí, desvinculando de la realidad y de sus problemas vitales, y que prima en un afán de protagonismo sobre la necesidad de investigación  y de servicio. <<El estatus alto lo tienen como objetivo principal de la vida profesional>>, concluye un maestro universitario. <<No les interesa mucho ser ellos mismos, enriquecerse espiritualmente con el ejercicio profesional, sino aprobar una carrera para cambiar de posición social.>>

   La mayoría de los alumnos encuestados se sienten defraudados por la escuela, y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les  reclaman, y en especial la curiosidad por la vida. Una excelente profesional, varias veces premiada, fue aún más explícita:<<Ante todo, en el momento de terminar el bachillerato, uno debe haber tenido la oportunidad de explorar muchos campos y en ellos debe saber qué le inquieta. Pero en realidad no es así: uno tiene que repetir muy bien, y sin alterarlo, lo que la escuela le ha dado, para poder pasar.>>

   Hay quienes piensan que la masificación ha pervertido la educación, que las escuelas han tenido que seguir la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo, y que los talentos de ahora son es fuerzos individuales y dispersos que luchan contra las academias. Se piensa también que son escasos los profesores que trabajan con un énfasis en aptitudes y vocaciones. <<Es difícil, porque comúnmente la docencia lleva a la repetidera de la repetición>>, ha replicado un maestro. <<Es preferible la inexperiencia  simple al sedentarismo de un profesor que lleva veinte años con el mismo curso.>> El resultado es triste: los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, sólo se hacen periodistas cuando tienen la oportunidad de reaprenderlo todo en la práctica dentro del medio mismo.

   Algunos se precian de que son capaces de leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estas transgresiones éticas obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicía a cualquier precio y por encima de todo: el síndrome de la chiva. No los conmueve el fundamento de que la buena primicía  no es la que se da primero sino la que se da mejor. En el extremo opuesto están los que asumen el empleo como una poltrona burocrática, apabullados por una tecnología sin corazón que apenas si los toma en cuenta a ellos mismos.


Un fantasma recorre el mundo: la grabadora

Antes de que se inventara la grabadora, el oficio se hacía bien con tres instrumentos indispensables que en realidad era uno solo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usaban todavía para oír lo que se les decía. Las primeras grabadoras pesaban más que las máquinas de escribir y grababan en bobinas de alambre magnético que se embrollaban como hilo de coser. Pasó algún tiempo antes  de que los periodistas las usaran para ayudar a la memoria, y más aún para que algunos les encomendaran la grave responsabilidad de pensar por ellos.

   En realidad, el manejo profesional y ético de la grabadora está por inventarse. Alguien tendría que enseñarles a los periodistas que no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, graba pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero mucho entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente. Para los redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía  y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que graba mientras escucha.

   La grabadora es la culpable de magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista como la de su entrevistado. La entrevista de prensa fue siempre un diálogo del periodista con alguien que tenía algo que decir y pensar sobre un hecho. El reportaje fue la reconstitución minuciosa y verídica del hecho, tal como sucedió en la realidad, para que el público lo reconociera como si hubiera estado allí. Son géneros afines y complementarios, y no tienen  por qué excluirse el uno al otro. Sin embargo, el poder informativo y totalizador del reportaje sólo es superado por la célula primaria y magistral del oficio, la única capaz de decir en el instante de un relámpago todo cuanto se sabe de la noticia: el flash. De modo que un problema actual en la práctica y la enseñanza del oficio no es confundir o eliminar los géneros históricos sino darle a cada uno su nuevo sitio y su nuevo valor en cada medio por separado. Y tener siempre presente algo que parece olvidado, y es que la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo el periodismo tiene que ser investigativo por definición.

   Un avance importante de este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Cuando no se admitían estas licencias, la noticia era una nota escueta y eficaz, heredada de los telegramas prehistóricos. Ahora, en cambio, se ha impuesto el formato de los despachos de agencias internacionales, que facilita abusos difíciles de probar. El empleo desaforado de comillas en  declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero  crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben pero que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes, porque el autor se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente. En los Estados Unidos, por otra parte, prosperan fechorías como ésta: <<Persiste la creencia de que el ministro despojó de sus joyas el cadáver de la víctima, pero la policía lo negó>>. No había más que decir: el daño estaba hecho. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de estas transgresiones éticas, y otras tantas que averguenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.


La explotación del hombre por el módulo

El problema parece ser que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se quedaron buscando el camino a tientas en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Las universidades debieron creer que las fallas eran académicas y fundaron escuelas que ya no son sólo para la prensa escrita, con razón, sino para todos los medios. En la generalización se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. Lo cual, para los periodistas empíricos de antaño, debe ser como encontrarse en la ducha con el papá vestido de astronauta.

   En universidades de Colombia hay catorce pregrados y dos posgrados en Ciencias de la Comunicación. Esto confirma una preocupación creciente de alto vuelo, pero también deja la impresión de un pantano académico que satisface muchas de las necesidades actuales de la enseñanza, pero no son las dos más importantes: la creatividad y la práctica.

   Los perfiles profesionales y de ocupación que se ofrecen a los aspirantes están idealizados en el papel. Los ímpetus teóricos que les infunden sus maestros se desinflan al primer tropiezo con la realidad, y las ínfulas del diploma no los ponen a salvo del desastre. Pues la verdad es que deberían salir preparados para dominar las nuevas técnicas y salen al revés: llevados a rastras por ellas y agobiados por presiones ajenas a sus sueños. Encuentran tantos intereses de todo índole atravesados en el camino, que no les queda tiempo ni ánimos para pensar, y menos para seguir aprendiendo.

   Dentro de la lógica académica, la misma prueba de selección que se hace a un aspirante a Ingeniería o a Medicina Veterinaria, es la que algunas universidades exigen para un programa de Comunicación Social. Sin embargo, un egresado con éxito en su carrera ha dicho sin reservas:<<Aprendí periodismo cuando empecé a trabajar. Claro que la universidad me dio la oportunidad de escribir las primeras cuartillas, pero la metodología  la aprendí en la marcha>>. Es normal, mientras no se admita que el sustento vital del periodismo es la creatividad y por tanto requiere por lo menos una valoración semejante a la de los artistas

   Otro punto crítico es que el esplendor tecnológico de las empresas no corresponde con las condiciones de trabajo, y menos aún con los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu en el pasado. La redacción es un laboratorio aséptico y compartimentado, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores . La deshumanización es galopante. La carrera, que siempre estuvo bien definida y demarcada, no se sabe hoy dónde empieza, dónde termina ni para dónde va.

   La ansiedad de que el periodismo recupere su prestigio de antaño se advierte en todas partes. Quienes más lo necesitan son los dueños de los medios, sus mayores beneficiarios, que sienten el descrédito donde más les duele. Las facultades de Comunicación Social son el blanco de críticas ácidas, y no siempre sin razón. Tal vez el origen de su infortunio es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Tal vez deberían insistir en sus programas humanísticos, aunque  menos ambiciosos y perentorios, para garantizar la base cultural que los alumnos no llevan en el bachillerato. Deberían reforzar la atención en las aptitudes y en las vocaciones, y tal vez fragmentarse en especialidades separadas para cada uno de los medios, que ya no es posible dominar en su totalidad a lo largo de una sola vida. Los posgrados para fugitivos de otras profesiones también parecen muy convenientes para la variedad de secciones especiales que ha ganado el oficio con las nuevas tecnologías, y lo mucho que ha cambiado el país desde que don Manuel del Socorro Rodríguez imprimió la primera hoja de noticias hace doscientos cuatro años.


   El objetivo final, sin embargo, no deberían ser los diplomas y las credenciales, sino el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Los medios, por su propio bien, tendrían que contribuir a fondo, como lo están haciendo en Europa con ensayo semejantes. Ya sea en sus salas de redacción o sus talleres, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en el camino. Pues el periodismo  es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no lo haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el palpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a morir por eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, y no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.


sábado, 13 de septiembre de 2014



     

LA ORATORIA, EL DISCURSO Y LA RETÓRICA


 LA ORATORIA

La oratoria es el género literario en prosa que tiene como finalidad convencer, persuadir, exponer o conmover por medio de la palabra hablada. El dominio de la palabra está ligado íntimamente a la historia y el desarrollo literario romano, puesto que éste era usado como herramienta política para conseguir prestigio y poder. En un principio, se daba mayor importancia a la integridad moral que a las cualidades formales del discurso, como se pudo ver en el año 101 a.C. tras la expulsión de Roma de unos profesores griegos de retórica, ya que, según decían, “corrompían las virtudes antiguas”. Pero con el tiempo se fueron asimilando las preceptivas retóricas griegas y comenzaron a abrirse escuelas de retórica.

Características

 La oratoria se caracteriza por la búsqueda de un fin práctico como la absolución de un cliente, la condena a un reo, la propaganda de ideas políticas, cambios legislativos, etc.; y por el contacto directo entre el orador y su público.

Clasificación según sus temas:

Los discursos pueden clasificarse según el tema o la intención de éstos. Así, pueden ser:
 • Judiciales o forenses: pronunciados ante un tribunal, y a su vez pueden ser de defensa o acusación.
 • Políticos: pronunciados en el foro o en el Senado.
 • Panegíricos o demostrativos: en los que se critica situaciones concretas o se alaba a personajes de poder.
• Deliberativos: donde se justifica el hecho de que alguna decisión pueda resultar útil o dañina.

Clasificación según sus partes:

 Todo buen discurso debe estructurarse en una serie de partes:
 • Exordium: comienzo del discurso. El orador intenta ganarse la atención o el favor de los oyentes y presenta el tema del discurso.
• Narratio: exposición de los hechos donde prima la sencillez y la claridad.
• Argumentatio: se divide, a su vez, en probatio, donde se argumenta los elementos que contribuyen a apoyar la causa que se defiende; y refutatio, en la que se refutan las tesis contrarias, adelantándose a ellas.
• Peroratio: recapitulación y conclusión final. El objetivo es conmover a los oyentes.

 Organización del orador: Para poder realizar estas pautas, el orador precisa de unas facultades fundamentales para ser capaz de construir un buen discurso, como son:

 • inventio (recopilación de datos para la argumentación y refutación.)
• dispositio (colocación de elementos de forma ordenada).
 • elocutio (redacción del discurso de forma estilística).
• memoria (memorización del discurso).
• actio (exposición del discurso).

Finalidad del discurso:

 La finalidad del discurso puede ser la de instruir (docere), agradar (delectare) o emocionar (movere) y hay un estilo propio adecuado a cada uno de ellos.
Autores:

 En la oratoria primitiva destacan Marco Porcio Catón, enemigo de la corrupción política y moral. Escribió más de 150 discursos de los que se conservan 80; Tiberio y Cayo Graco, defensores de los derechos del pueblo frente a los abusos de los magistrados y la aristocracia.  Sin embargo, la figura más destacada de la oratoria es Marco Tulio Cicerón, el más elocuente de los oradores latinos. Estudió retórica griega, derecho y filosofía con los mejores maestros de la época. Ya desde sus comienzos obtuvo victorias en los tribunales. Escribió varios tratados de retórica, y adoptó una posición media entre la escuela asianista y la aticista. Sus tres grandes obras retóricas de tipo teórico son:

 • De Oratote, donde dos oradores romanos, Ausonio y Craso, dialogan sobre la figura del orador perfecto. En este diálogo se exponen de forma magistral las ideas ciceronianas sobre las distintas facultades retóricas (inventio, dispositio, elocutio, memoria y actio).
 • Brutus traza una historia de la elocuencia romana, desde sus comienzos hasta su propia época, para demostrar que la tradición oratoria de Roma no tiene nada que envidiar a la griega.
 • Orator, en la que se aborda la triple función del orador: docere, delectare y flectere (enseñar, deleitar y convencer). Sin embargo,  se centra especialmente en la elocutio, mostrando los diferentes recursos estilísticos del discurso, el ritmo oratorio,… Los discursos más importantes de Cicerón son: • In Verrem: siete discursos pronunciados en defensa de los derechos de los sicilianos contra Verres. • De lege Manilia: discurso político en el que elogia las grandes cualidades de Pompeyo. • In Catilinam: cuatro discursos pronunciados ante el Senado y el pueblo de Roma para desenmascarar el intento de golpe de estado de Catalina. • Philippicae: catorce discursos contra Marco Antonio. 3. De la oratoria de época imperial destaca Quintiliano, cuya única obra que se ha conservado, Institutio oratoria, es un completísimo tratado en doce libros sobre la formación del orador. Quintiliano es partidario de la imitación de  Cicerón, al que considera máximo modelo.



EL DISCURSO

                                                                
El hombre es un ser sociable, por lo tanto establece con los demás diferentes formas de comunicación. La más rica y compleja es la comunicación lingüística, ejecutada bajo la forma de una unidad expresiva conocida como discurso.
Algunas definiciones para discurso

Según el uso corriente un discurso es un mensaje (verbal y oral) dirigido a un público.
Su principal función ha sido desde sus orígenes comunicar o exponer, pero con el objetivo principal de persuadir.
También podemos decir que un discurso es un acto de habla, y por tanto consta de los elementos de todo acto de habla.

El discurso es el razonamiento extenso dirigido por una persona a otra u otras, es la exposición oral de alguna extensión hecha generalmente con el fin de persuadir, y que está conformada por tres aspectos: Tema o contenido del discurso, Orador y Auditorio.
En lingüística y en las ciencias sociales y cognitivas el discurso es una forma de lenguaje escrito (texto) o hablado (conversación en su contexto social, político o cultural).

En la antropología y la etnografía se habla también de evento de comunicación.
En la filosofía, por ejemplo con Foucault, un discurso es más bien un sistema de discursos, un sistema social de pensamiento o de ideas.

En el psicoanálisis, la noción de discurso se basa en la lógica, pero incorpora los aportes de la lingüística, la antropología, la filosofía y la historia, entre otras disciplinas.

Debido a la multiplicidad de los enfoques, el discurso se puede definir como una estructura verbal, como una situación comunicativa cultural, una forma de interacción, un sentido, una representación mental, un signo, etc. Tanto el discurso hablado como el discurso escrito (texto) se considera hoy en día como una forma de interacción contextualmente situada.

Como estructura verbal, un discurso es una secuencia coherente de oraciones. La coherencia global se define por los temas o tópicos que se expresan por ejemplo en los titulares o los resúmenes del discurso.
Como interacción (conversación, diálogo) el discurso es una secuencia coherente de turnos y acciones de varios participantes, en que cada acto se lleva a cabo en relación con el anterior, y prepara el siguiente.
Tipos de discurso

Pensado como mensaje, el discurso es una unidad más amplia que la oración.
Se compone de dos o más oraciones que desarrollan un tema. Según la intención que predomine en el mensaje que se ha de transmitir, el emisor utiliza diferentes tipos de discurso.

a)    Según el tipo de canal

Discursos orales
Discursos escritos
b)   Según las funciones del lenguaje

Discurso informativo o referencial

Es aquel que transmite datos concretos y conceptos precisos. Es decir, el discurso informativo se propone transmitir un mensaje en forma objetiva.
La función referencial o informativa del lenguaje se pone de manifiesto cuando el emisor comunica conocimientos acerca del mundo que lo rodea o de si mismo, en una relación de sujeto-objeto, es decir, poniendo distancia frente a sus emociones ; por lo tanto, su intención está en el factor “referente” del circuito comunicacional.
Los rasgos caracterizadores de esta función son los siguientes:
Uso de la tercera persona, singular o plural (acento puesto en el referente)
Uso del modo verbal indicativo
Uso de vocablos (sustantivos) unívocos o monodémicos (uso recto del lenguaje)
Uso de vocabulario técnico
Aportación de datos precisos de ubicación espacio-temporal, de dimensiones o magnitudes, etc.
Uso de oraciones impersonales o de matiz impersonal (verbo haber usado como impersonal; verbos de la tercera persona plural usados como impersonales; uso de “se”como signo de impersonal o de pasiva
Uso de la primera persona del plural aun cuando el emisor es uno solo.

Discurso expresivo o emotivo

Es aquel que denota emociones, sentimientos y aclaraciones.
La función expresiva o emotiva del lenguaje se pone de manifiesto cuando el emisor comunica sus sentimientos; por lo tanto, la intención del que codifica el mensaje esta centrada en el factor emisor del circuito comunicacional .
En una comunicación verbal, esta función se manifiesta a través del predominio de todos o algunos de los siguientes rasgos:
Uso de la primera persona singular (acento puesto en el emisor)
Uso de oraciones exclamativas, desiderativas y dubitativas
Uso de vocablos que denotan sentimientos
Uso de interjecciones
Debido a la subjetividad que caracteriza a los discursos en los que predomina esta función, los mismos no admiten ser valorados según el criterio de verdad. Es decir, ante la manifestación de los sentimientos de alguien, solo podemos ser compresivos o quedarnos indiferentes, compartirlos o rechazarlos, pero no podemos decir de ellos que sean verdaderos o falsos.

Discurso apelativo o conativo

Es aquel que intenta actuar sobre el oyente para persuadirlo, ordenarle o pedirle algo.
La función apelativa del lenguaje se pone de manifiesto cuando el emisor se comunica con el fin de provocar en el receptor alguna acción; por lo tanto, su intención está centrada en el factor receptor del circuito comunicacional.
Los rasgos caracterizadores de esta función son los siguientes:
Uso de la segunda persona singular o plural ( acento puesto en el receptor )
Uso del modo verbal imperativo
Uso de oraciones exhortativas o imperativas
Uso de oraciones interrogativas
Debido a que los discursos en que esta función se manifiesta como dominante tienen valor de exhortación u orden, éstos tampoco pueden ser valorados de acuerdo con un criterio de verdad sino de razonabilidad. Los pedidos, las órdenes, los consejos pueden valorarse como razonables o no, adecuados o inadecuados, pertinentes o impertinentes, pero nunca como verdaderos o falsos.

Discurso fático

El mensaje establece contacto, comprueba si está libre el canal. Ejemplo: ¡Hola! ¡Hola! ¿Quién habla? (Por teléfono)
Los rasgos caracterizadores de la función fática del lenguaje son los siguientes:
Oraciones interrogativas cuyo contenido está relacionado con el establecimiento del canal (‘¿me estás escuchando?’)
Uso de palabras cuyo significado permite evidenciar el canal comunicativo (verbos ‘oír’, ‘leer’).

Discurso metalingüístico

El mensaje habla del mismo lenguaje. La función metalingüística del lenguaje se pone de manifiesto cuando el emisor se comunica para hacer referencia al uso que se está haciendo de las palabras, a cómo se escriben, a qué clase pertenecen, etc.

Discurso poético

Se pone el acento en la configuració del mensaje. La función poética del lenguaje se pone de manifiesto cuando el emisor intenta transmitir una emoción estética, agradar por medio de la codificación de un mensaje bello; por lo tanto el acento está puesto en el factor mensaje del circuito comunicacional.
Los rasgos caracterizadores de esta función son los siguientes:
Uso de todas las personas gramaticales (en el caso de la literatura, podemos relacionar cada una de ellas con cada uno de los géneros literarios tradicionales: primera persona, con el genero lírico; segunda persona, con el genero dramático; tercera persona, con el genero narrativo).
Uso de todos los modos verbales y, en consecuencia, de todo tipo de oración según actitudes del hablante.
Uso de vocablos equívocos o polisémicos
Adjetivación subjetiva
Uso figurado del lenguaje (lo cual se logra por medio del uso de los distintos recursos poéticos).
Uso de distintos recursos poéticos relacionados con la sintaxis, la morfología , la semántica, la fonología (paralelismos, anáforas, antítesis, rima, etc.).
Debido al carácter subjetivo de los discursos en los que predomina esta función ellos no pueden ser valorados con un criterio de verdad ni de razonabilidad ni de comprensión, sino con un criterio estético.

c)    Según las variaciones del lenguaje:

Las variaciones del lenguaje se dan por tres circunstancias: socioculturales, geográficas y sociales y por el registro.

Socioculturales

Discurso familiar: utiliza una lengua coloquial, no formal, interna.
Discurso formal: se vale de una lengua cuidada, eliminando regionalismos y expresiones de la vida cotidiana.
Discurso técnico o profesional: es propio de determinadas profesiones u oficios. Se caracteriza sobre todo por el vocabulario específico.
Dentro de las circunstancias socioculturales encontramos también discursos que se caracterizan por tener lenguajes especiales. Y como ejemplo tenemos a aquellos discursos con un nivel propio de los adolescentes y/o las mujeres.
d)   Según el modo de construcción

Existen discursos en donde puede haber narración, descripción, diálogo y exposición. 

Discurso narrativo

Tipo de texto que relata uno o una serie de acontecimientos que han sucedido a través del tiempo. Éstos son, generalmente, hechos vividos por un personaje real o imaginario, en un cierto período de tiempo.
Los elementos fundamentales que encadenan el desarrollo de la narración son: la acción, los personajes o tipos y el ambiente.
Finalmente, la narración puede ser literaria o no literaria; como textos narrativos literarios, podemos mencionar el cuento, la novela, la leyenda, la fábula, el mito, etc. Dentro de los no literarios, aquellos que no tienen una intención estética, los textos de historia, las memorias, biografías, la crónica, el reportaje, etc.
Discurso descriptivo

Tipo de texto cuyo propósito principal es entregar información concreta acerca de cómo es o ha sido una persona, experiencia, objeto, lugares, sensaciones o sentimientos. Este tipo de texto puede ser objetivo -una descripción técnica- o subjetivo -descripción de lugares, sensaciones, etc.-
La información no se encuentra organizada secuencial o temporalmente.

Discurso o texto expositivo (o explicativo)

Este tipo de discurso o texto tiene como función establecer una relación de influencia entre emisor y receptor; el emisor, en el momento de la enunciación, se atribuye y atribuye roles al receptor, provocando en este la reacción que él desea.
El emisor presenta el tema de manera que el receptor sienta un interés personal, al revelar el punto de vista interno del emisor en relación con lo que dice sobre el mundo tiene un propósito referencial; brinda al receptor información abstracta que pueda resultar necesaria; da información objetiva acumulativa de un tema; presenta una formulación razonada (idea central, hipótesis, demostración) que requiere conocimiento del tema y un desarrollo progresivo y articulado de ideas. Normalmente se asocia con la argumentación en donde se incluye la información persuasiva.

Discurso argumentativo

Tipo de texto que induce a una interpretación abstracta de hechos o detalles; no se sitúa en el tiempo ni en el espacio, sino en el pensamiento, respetando la secuencialidad de una cadena razonada; tiene como objetivo persuadir al receptor de la veracidad de una idea o de la interpretación de la realidad, apelando a los sentimientos y emociones en las personas.
Es una relación entre un argumento y una conclusión. Se organiza en torno a tres elementos: tesis u opinión o postura que se defiende; los argumentos que confirman o rechazan la tesis y la conclusión que reitera la tesis apoyada por los argumentos.

Discurso instructivo

Tipo de texto que plantea instrucciones de manera lineal y no jerarquizada, ordenadas por argumentos de naturaleza exclusivamente temporal. Presenta, además, un predominio de la función apelativa y representativa.


Es un discurso eminentemente colaborativo. Los sujetos de un discurso dialógico participen como hablantes y como oyentes. De este modo, cuando un interlocutor está hablando el otro está oyendo. Entre ellos destacan la conversación, el debate y laentrevista.
Respecto al contenido, es importante destacar que en un discurso dialógico pueden exponerse varios tópicos distintos.
e) Según la intención estética:

Discursos literarios

Hay intención estética de producir efectos de belleza.

Discurso no literario

No se manifiesta la intención estética.


LA RETÓRICA

Para la creación retórica de discursos y para la creación de un texto en general, ya sea literario o pragmático, hay que seguir determinado proceso que se encargó de estudiar la Retórica desde los tiempos de Gorgias. Dicho proceso consta de cinco fases, según canonizó Cicerón: Inventio o invención, Dispositio u ordenamiento, Elocutio u ornato,Memoria y Actio u acción. Los tres primeros son fundamentales, los dos posteriores son de índole pragmática, cuando el discurso se pronuncia.
Elaborar un discurso es como construir una casa; hacen falta los materiales (inventio), después un plano para saber donde ponerlos y cómo unirlos (dispositio) y luego hay que hacerla habitable, cómoda y agradable, enluciéndola, amueblándola y adornándola (elocutio). La memoria nos sirve para recordar el discurso preparado sin leerlo y la actionos aconseja qué hacer y qué comportamiento adoptar mientras lo decimos, así como la adaptación del discurso según la disposición del auditorio que tengamos, los hechos recientes que hayan moldeado al público y la hora y el sitio en que lo pronunciemos.
La inventio o heuresis trata sobre qué decir: se encarga de encontrar los materiales que vamos a usar después. Y en primer lugar hay que tener presente
Definición: género y puntos de vista.
División: todo y partes, tema y subtemas
Comparación: similaridad y diferencias, grado
Relaciones: causa y efecto, antecedentes y consecuencias, contrarios y contradicciones.
Circunstancias: posibles e imposibles, hechos pasados, hechos futuros
Testimonios: autoridades, testigos, máximas y proverbios, rumores, juramentos, documentos, leyes, precedentes, hechos sobrenaturales…
Motivaciones. En el género judicial, lo justo y lo injusto; en el deliberativo, lo ventajoso y lo desventajoso, lo bueno y lo malo; en el epidíctico, lo virtuoso o noble y lo vicioso o bajo.
La dispositio o taxis. A esta fase le atañe el orden expositivo de los episodios del discurso, además de cómo estos habrán de articularse en orden a su eficacia.
Usualmente la dispositio articula el discurso en cuatro partes: el exordio, donde tiene lugar la captatio benevolentiae o captura del interés y afecto del público: es la introducción del discurso, donde se intenta interesar al público; la narratio, o relato expositivo de los temas previstos; la confirmatio, o valoración de los argumentos; y la peroratio, el epílogo, donde se concluye el discurso y se dispone al auditorio para el fin previsto.
El orden más apropiado para exponer los argumentos puede ser muy variable en función de nuestros intereses: el cronológico u ordo naturalis y el pragmático u ordo artificialis o artificiosus son las distribuciones principales.
El ordo naturalis suele adoptar la división en cuatro partes ya expuesta. El orden artificial puede adoptar múltiples formas: in medias res, nestoriano, topográfico, aleatorio, convencional (alfabético u otro), mnemotécnico, lógico o causal, graduado o gradativo (de prioridades, usado en el periodismo para la redacción de noticias); de importancia; de preferencias; de complejidad progresiva, usado en el discurso didáctico; de background progresivo o retroalimentado y autorreflexivo, también en el discurso didáctico; de impacto psicológico (si es descendente, disfémico, si es ascendente, eufemístico); de familiaridad —más a menos—; egocéntrico —de lo más querido al receptor a lo que menos)...
Para realizar tal ordenamiento hay que tasar o realizar una valoración de los argumentos y buscar asimismo contraargumentos para las razones que se nos vayan a oponer. Esta valoración nos indica asimismo qué argumentos hay que estirar o desarrollar, porque constituyen el punto fuerte de la argumentación, y cuáles debemos omitir, porque constituyen argumentos que ya utilizará el oponente.
El orden creciente empieza con los argumentos más débiles y termina con los más fuertes, pero es un orden peligroso porque el orador corre el albur de disponer desfavorablemente al público desde el principio. Eldecreciente es inverso y su problema consiste en que sólo permanecen en la memoria activa los últimos argumentos escuchados, por lo que terminar un discurso con las pruebas más débiles produce una impresión desfavorable. Por eso el orden más socorrido es el orden homérico onestoriano: como la tropa de Néstor en la Iliada, hay que poner lo más débil en el centro, y al principio y sobre todo al final lo más fuerte.
La elocutio o lexis adorna el lenguaje para seducir al auditorio y busca ejemplos que puedan deslizar su opinión a nuestra conveniencia mediante el placer que produce la forma sensible y elegante. Para ello es muy importante el lenguaje que habrá de emplearse en la exposición. Para expresarse adecuadamente, el orador se sirve de una multitud de recursos, y entre estos las figuras retóricas, las cuales integran los varios modos de expresión que, apartándose de otros más ordinarios o sencillos, conceden al discurso un singular aspecto, según el propósito del mismo. Se entienden dos categorías de figuras: las figuras de dicción, o metaplasmos, las cuales se caracterizan por la alteración de la composición estructural de los vocablos, mediante la excepción, adición o transposición de sus letras constituyentes; y las figuras de construcción, las cuales conciernen a los varios modos de disposición sintáctica, donde se transgreden las formas regulares de la misma. Otro modo de alteración de las palabras se realiza mediante los recursos denominados tropos, el cual adjudica a la palabra un sentido distinto del cual le corresponde naturalmente, aunque no se desliga por completo del significado primitivo.
La actio o hipócrisis instruye sobre las diferentes entonaciones para pronunciar el discurso, así como los gestos adecuados para acompañarlo y la apariencia propicia para conseguir el propósito.
La memoria o mneme sirve para recordar los distintos elementos del discurso en un orden específico.

domingo, 10 de agosto de 2014

YO NO VENGO A DECIR UN DISCURSO, LA ACADEMIA DEL DEBER ,GGM

             LA ACADEMIA DEL DEBER 
             Zipaquirá, Colombia, 17 de noviembre de 1994


Generalmente , en todos los acto sociales como éste, se designa una persona para que diga
un discurso. Esa persona busca siempre el tema más apropiado y lo desarrolla ante los pre_
sentes. Yo no vengo a decir un discurso. He podido escoger para hoy el noble tema de la a-
mistad. Pero ¿qué podría deciros de la amistas? Hubiera llenado unos cuantos pliegos con
anécdotas y sentencias que al fin y al cabo no me hubieran conducido al fin deseado. Analizad
cada uno de vosotros vuestros propios sentimientos, considerad uno por uno los motivos por los cuales sentís una preferencia incomparada por la persona en quien tenéis depositadas todas vuestras intimidades y entonces podréis saber la razón de este acto.

Toda esta serie de acontecimientos cotidianos que nos ha unido por medio de lazos irrompibles con este grupo de muchachos que hoy va a abrirse paso en la vida, es es la amistad. Y eso es lo que yo os hubiera dicho en este día. Pero, repito, no vengo a decir un discurso; y sólo quiero nombraros jueces de conciencia en este proceso para luego invitaros a compartir con el estudiantado de este plantel el doloroso instante de una despedida..

   Aquí están, listos para partir, Henry Sánchez, el simpático D'Artagnan del deporte, con sus tres mosqueteros Jorge Fajardo, Augusto Londoño y Hernando Rodriguez. Aquí están Rafael Cuenca y Nicolás Reyes, el uno como la sombra del otro. Aquí están Ricardo González, gran caballero del tubo de ensayos,  y Alfredo García Romero, declarado individuo peligroso en el campo de todas las discusiones: juntos, ejemplares vidas de la amistad verdadera. Aquí están Julio Villafañe y Rodrigo Restrepo, miembros de nuestro parlamento y nuestro periodismo. Aquí, Miguel Ángel Lozano y Guillermo rubio, apóstoles de la exactitud. Aquí, Humberto Jaimes y, Manuel Arenas y Samuel Huertas y Ernesto Martínez, cónsules de la consagración y la buena voluntad. Aquí está Álvaro Nivia con su buen humor y con su inteligencia. Aquí están Jaime Fonseca y Héctor Cuéllar y Alfredo Aguirre, tres personas distintas y sun solo ideal verdadero : el triunfo. Aquí, Carlos Aguirre y Carlos Alvarado, unidos por un mismo nombre y por el mismo deseo de ser orgullo de la patria. Aquí, Álvaro Baquero y Ramiro Cárdenas y Jaime Montoya, compañeros inseparables de los libros. Y, finalmente, aquí están Julio César Morales y Guillermo Sánchez, como dos columnas vivas que sostienen en sus hombros la responsabilidad de mis palabras, cuando yo digo que este grupo de muchachos está destinado a perdurar en los mejores daguerrotipos de Colombia. Todos ellos van en busca de la luz impulsados por un mismo ideal. 

  Ahora que habéis escuchado las cualidades de cada uno, voy a lanzar el fallo que vosotros como jueces de conciencia debéis considerar: en nombre del Liceo Nacional y de la sociedad, declaro a este grupo de jóvenes, con las palabras de Cicerón, miembros de número de la academia del deber y ciudadanos de la inteligencia

   Honorable auditorio, ha terminado el proceso.

sábado, 9 de agosto de 2014

TRAILER DE UNA PELICULA MEXICANA humor y amor aquiles nazoa


           "TRAILER" DE UNA PELÍCULA MEXICANA

En un cine de los más chic de Caracas. Al apagarse la luz, y
cuando ya el público está bien fastidiado de ver pasar vidrios
de propaganda, la pantalla se oscurece brevemente, y con los
tres primeros compases de la Quinta Sinfonía, de Beethoven,
aparecen unas letras que anuncian:

"Mamerto Urruchúa, el prestigioso director mexicano que se
consagró el año pasado en La Mujer Sin Pelo y El Cajón de
Pellejos, vuelve ahora triunfante para ofrecernos la conmove-
dora historia de una mujer que vendió su cuerpo para pagarle
los estudios de cornetín a su hermanito."

A continuación la pantalla se pone como si se estuviera
quemando, y mientras suenan las melodiosas notas de la
guaracha Esa no porque me jiede, aparecen unos redondillos
de letras que después de dejarlo medio ciego a uno, van for-
mándose en renglores sucesivos, así:

a-c-o-m-ó-d-e-n-s-e
p-a-r-a-q-u-e- b-r-i-n-q-u-e-n
c-o-n-e-s-t-e- s-e-n-s-a-c-i-o-n-a-l
D-R-A-M-A- D-E
P-A-S-I-O-N

Sale un descarnado morfinómano metiéndole la cabeza por
el cogote a una mujer vestida de suaré.
El: Ya no puedo más. No me importan las fronteras sociales
que nos separan. Déjame morderte el cerebro.
ELLA: No, tú eres el marido de mi mejor amiga. No me atoques.

A continuación, con el fondo de una coreografía de rumbe-
ras en plena actividad artística, y que de tan carnosas tienen
la zona umbilical como un caucho de automóvil, se oye la voz
del narrador, que dice:

NARRADOR. El Albañil Arrepentido. Una película que recomendamos
con orgullo a todas las madres desnaturalizadas. El conflicto íntimo de miles
de muchachas que sueñan con dedicarse a sinverguenzas y no saben cómo
empezar.

Otro cuadro, en un cabaret. A media luz, rodeada por un público de viejos
libidinosos que la miran con media vara de lengua afuera, una catira  con
cara de león chiquito canta el último hit musical. La voz se le oye como si
estuviera metida dentro de una lata, para dar la impresión de que es una voz
acariciadora:

Quien pudiera zamparse en tu boca
y morder con ansia de caimana loca
tu agalla sensual.
Pero yo a tu lado resulto muy peque:
tú tienes ruvises, vidriantes y cheques,
yo si no me vendo no consigo rial.

Se esfuma este cuadro y sale otro rincón del cabaret, en el
que el morfinómano y la catira aparecen enclinchados en un
beso con rasjuñitos en la espalda, mientras el locutor conti-
núa:

NARRADOR: Momentos de amor y de intensa poesía.
La "intensa poesía" se la da a la escena la llegada de otra ter-
cia, una narizona con ese pelero parado y una impresionante
cara de mula con sueño, que coge una botella por el pico, la
rompe contra una mesa de mármol y yéndose encima a la catira
la acuña como viente cortadas. Luego, al verla huir chorreando
sangre y con el traje desgarrado, le advierte, encañonándola to-
davía con el pico de la botella:
Y que no te guerva yo a ver sonsacándome el macho, porque
entonces sí es verdad que te la meto por la barriga y le  doy
guerta  adentro.

NARRADOR: Además, debut de los famosos cómicos del cine
mexicano Tequiche y Caliche, quienes harán las delicias del
público con su fino humorismo.

Aparecen Tequiche y Caliche cayéndose de borrachos.

CALICHE: Oiga, mi Tequi, ¿sabe que un tío mío acostumbra bañar a sus
gallinas todos los días?
TEQUICHE: Pos ¿y eso para qué?
CALICHE: Diz que para que los huevos le salgan pasados por agua

UN AGENTE DE INVESTIGACIÓN ESTA EN LA GALERÍA:
¡Ja, ja, ja, ja¡

Cambia el cuadro y aparece la escena correspondiente al letrero
"Conflicto de sentimientos", que acaba de dejar encandilado a todo
el mundo. Se trata de una dramática conversación entre la protago-
nista y una mujer de luto con siete muchachitos jalándole los cami-
sones y diciéndole que tienen hambre.

-Mi marido eran un hombre honorable antes de conocerla a usted.
-No sería muy honorable puesto que se casó con usted.
-No me ofenda. Usted no es sino una cortesana. Una mujer que debía
meterse la cabeza debajo del brazo cuando hablamos la que tenemos
la frente en alto.
-Yo no soy lo que usted cree. Yo soy buena. Lo que pasa es que no se me
nota porque estoy acabada.

LOCUTOR: El Albañil Arrepentido. No deje de ver esta sensacional película,
en donde el gran Urruchúa vuelve a poner el dedo en la llaga y después no se
lava las manos.
¡Pronto en esta sala¡




HUMOR Y AMOR AQUILES NAZOA pág 371,372 SALIR EN TELEVISION

                                            salir en televisión

La más grande aspiración
de muchos que "astros" se sienten
es que el chance les presenten
de actuar en televisión.
Yo, que en más de una ocasión
he tenido ese placer,
un cuento les voy a hacer
-si el lector me lo permite-,
que a algunos tal vez les quite
las ganas de aparecer.

El cuento puede empezar
cuando usted, como un cañón,
se aparece a la estación
que lo va a televisar;
recorre todo el lugar
con mirada zahorí,
toca allá, pregunta aquí
buscando al que lo ha citado,
¡y ocurre que del malvado
no hay ni sombra por allí¡

Harto ya usted de esperar,
llega el tercio a la carrera
y le dice que qué espera,
¡que se vaya a maquillar¡
Y entonces lo hacen entrar
a un monísimo salón,
del que, a fuerza de loción,
colorete y brillantina
sale usted como Cristina
después de la operación.

No halla usted dónde meter
aquel rostro repintado
mientras piensa avergonzado:
"¡Si me viera mi mujer¡"....

Mas ya se va proceder,
pasamos al interior,
y es tan grande su temblor
del "estudio" ante la entrada,
que ya usted no quiere nada:
¡lo que quiere es un doctor¡

Humor Y Amor Aquiles Nazoa A UN RADIO ESCUCHA pág361,362

                       A UN RADIO ESCUCHA 
Amigo radioescucha
que te pasas la vida oyendo radio,
que si eres peatón vas por la calle
con la oreja pegada a tu aparato
y si un carro manejas
escuchándolo vas dentro del carro... 

Amigo radioescucha
que intoxicas tus tímpanos a diario
con el veneno ruin de los boleros,
con la bazofia cursi de lo tangos
o con la llorantina vergonzosa
de los valses peruanos....

Amigo radioescucha
que del silencio ignoras los encantos
y del mundo no escuchas otras voces
que las de los anuncios de la radio,
y al vibrante drama de la vida
-al que tú mismo estás incorporado-
prefieres los tonantes culebrones
del analfabetismo organizado...

Amigo radioescucha
que te pones tan bravo
cuando pegado vas de tu coroto
si alguien te dice: -¡Bájalo...

Amigo radioescucha,
dime una cosa, hermano:
después de haber pasado todo el día
escuchando la radio,
oyendo locutorees
tartamudos, chillones, mentecatos,
llenando tus oídos de bazofia
-es decir, de boleros y de tantos
y de radio-novelas
y de valses peruanos-,
¿te has preguntado, dime,
después que ya el coroto has apagado
y en tu cama te acuestas y te quedas
contigo mismo un rato,
te has preguntado, amigo radioescucha,
¿qué te quedó de un día oyendo radio?